viernes, 12 de abril de 2013

¡ASÍ NO!

Cada día nacen más de 300.000 niños en todo el mundo. Cada día hay 300.000 mujeres pariendo.

Parir-Nacer. El punto de vida fundamental de la sobrevivencia de la especie, pasa hoy en día oculto.

Nuestras abuelas o bisabuelas parieron en la casa. Son solo 60 años los que han transcurrido para que las mujeres hayan terminado en un hospital, con médicos y enfermeras, líquidos endovenosos, monitoreos fetales e inducciones químicas. La medicalización del parto inicia 200 años atrás, pero sólo en las últimas décadas la gran mayoría de partos suceden en los espacios hospitalarios. Medicalizar el parto es un arma de doble filo, a mayor intervención mayor probabilidad de una complicación: contrario a lo que se cree, la cesárea no es más segura que el parto vaginal, las cesareas tienden a tener el doble de complicaciones. El 85% de los partos se suceden sin niguna complicación, es la pura naturaleza actuando, eso quiere decir que en términos reales solo un 15% necesita una atención especial, entonces, ¿por qué la tasa de cesáreas en Colombia es del 37% y en los hospitales privados es superior al 60%?

La mujer que está por parir por primera vez, ya sea porque haya iniciado trabajo de parto o sea porque éste va a ser inducido, llega con mayoritaria frecuencia al hospital con un total desconocimiento de lo que va a suceder. Ha recibido un "curso psicoprofiláctico" que es un dibujo tenue y borroso de lo que será el parto, que ha sido diseñado para que la mujer acepte como una cosa natural todos los protocolos e intervenciones médicas, un curso donde la condición humana de la mujer se desdibuja y se transforma en un objeto de manipulación médica.

Lo común a todas las mujeres que van a parir a los hospitales es la soledad y la indefensión.

Sola. En casi ningún hospital permiten con naturalidad el ingreso de un acompañante; en los privados por protocolo con la excusa de que "entorpecen las cosas", "los padres se desmayan con la sangre" o simplemente que el espacio no está dotado para albergar a estos "intrusos"; en los públicos ni se explica. A lo más dirán que no hay espacio, que atienden 40 o más partos al día y que esto se complicaría mucho más si además hay 40 acompañantes.

Indefensión. Es uno de los momentos de mayor vulnerabilidad en la vida de una mujer, en parte por desinformación, en parte porque hemos perdido la confianza y la sabiduría de parir como especie. La mujer está ansiosa, no sabe que está pasando ni qué va a pasar, por lo cual tiene muchísimos miedos, y dudas, y no hay nadie que le hable, que le de confianza, que la quiera, escuche y comprenda. No tiene más opción que confiar ciegamente en lo que le dicen médicos y enfermeras: que si no se deja hacer cesárea su bebé puede morir, que se quede quieta en la camilla o si no "es peor", que la anestesia es segura y así no va a sentir nada y su bebé va a nacer bien. Nadie la ve como un ser humano, nadie empatiza con ella, porque es solo un protocolo, un procedimiento mecánico, un contenedor el cual hay que desocupar sin importar el cómo, porque no es "alguien", es "algo".

Y hay que sumarle a eso los comentarios y las imposiciones de médicos y enfermeras: que no se queje tanto que cuando estaba haciendo el bebé ahí si no se quejaba, que parece que no va a poder parir porque es de cadera angosta, que se calme que está muy nerviosa, que no está respirando bien, que no se pare ni camine, que no tome nada.

En un espacio hospitalario una mujer en trabajo de parto es infantilizada, no tiene control sobre su cuerpo, no puede hacer lo que quiere, todo le es impuesto. Es como el primer día en el jardín de niños, uno no sabe por qué está allí, ni qué va a pasar, no entiende porque sus padres lo han 'abandonado' en ese lugar al cuidado de extraños y aunque trate de decir lo que quiere y lo que no, terminará haciendo caso, obedeciendo sin chistar, porque no queda otra opción, es un mecanismo de conservación.

Sobrevivir al parto hospitalario. Eso es lo que toda mamá espera. Que cuando tenga a su hijo en brazos y salga de ese lugar pueda desechar todos los miedos, angustias y rabia de lo vivido allí y dejarlos sellados en el último rincón del recuerdo, de la conciencia. Pensar que fue un momento horrible pero que valió la pena, esa es la reflexión que se hace cuando se ve reflejada en los ojos vivaces de su bebé. Optar por la resilencia, no queda más.

Pero muchas veces el camino no termina con la salida del hospital. La herida de la cesárea le recordará la experiencia un par de décadas, aun años después a veces duele o pica. La episiotomía, practicada sin su consentimiento, y en la mayoría de casos sin necesidad, le recordará varios meses que el episodio aun no está superado. La episiotomía arde hasta las entrañas, duele varias semanas al sentarse y al asearse, y se siente durante años cuando se tienen relaciones sexuales.

Para la mayoría este es un pequeño reflejo de lo vivido. No es una exageración. Son muy afortunadas las pocas personas que han pasado por una experiencia de parto hospitalario tranquilo y satisfactorio. Y por supuesto, siempre habrán médicos y enfermeras humanos que son luz en la oscuridad, pero son una reducida minoría.

No importa cuánto promulgue la OMS el parto respetado, no importa que la ley le otorgue a la mujer y a los papás derechos al momento de parir, todo cae en el olvido en las instituciones de salud. Así es más fácil para ellos. La salud se convirtió en un negocio cuando debería ser un servicio.

Pero esto puede cambiar a favor de las mujeres, los recién nacidos y los papás. Son las mujeres a parir las llamadas a reclamar sus derechos, a exigir a las instituciones su derecho a estar acompañadas e informadas, a un trato humano por parte del personal médico, a que se respete su cuerpo y no se haga nada sin su consentimiento, a decidir cómo parir porque acostadas no es la única y mucho menos la mejor posición, a estar bien atendidas sin que las asusten y sin que las convenzan a que permitan una cesárea sólo porque el médico quiere irse pronto a su casa.

Que los hospitales abras sus puertas al parto humanizado para que las mujeres de todos los estratos socioeconómicos puedan parir en el amor y que en caso de una dificultad o una emergencia, tengan todas las opciones que brindan la ciencia y la tecnología moderna para proteger la vida. Que se permita el acompañamiento de su pareja o de la persona que cada mujer elija y de una doula, para ser su soporte físico y emocional, para que su trabajo sea un complemento al trabajo desarrollado por los médicos y las enfermeras, para enseñar que sí se puede y que siempre hay otras formas de hacer las cosas.

Para que parir sea una celebración de la vida. ¡ASÍ SÍ!


3 comentarios:

hanailuj dijo...

Zinnia, andaba buscando una imágen de homeschooling para escribir un texto y entre fotos y fotos llegué a tu blog. Normalmente no me queda tiempo de leer blogs o escribir uno, pero me enganchó con varias de tus entradas. Me identifiqué mucho con tu entrada del viernes sobre el parto. En increìble que siendo un momento tan importante para nosotras como mujeres, casi como un rito de paso, se nos trate de tal manera y sintamos tal impotencia. No poder discutir con la enfermera o la doctora para exigir el trato y la compañìa que deseamos. Viví el parto de mi primera hija en un hospital público sin derecho a exigir nada, regañada por la partera por no saber respirar, y compartiendo el cuarto con otras 6 mujeres en condiciones similares. Luego nació mi hijo y yo puede escoger la partera, exigir que mi esposo estuviera conmigo, y tener un cuarto, pequeño pero privado para descansar y recibir las pocas visitas. Volvemos al punto del dinero? Poder pagar por un poco de dignidad al momento de parir?

pasoslargos dijo...

Uyy lo siento. Me acabo de dar cuenta de que mi esposo se creó una cuenta nueva usando mi perfil, y ahora tuve que hacer maromas para recuperar mi identidad virtual. Je je. Vuelvo y escribo lo mismo con otro nombre de usuario.

Zinnia, andaba buscando una imágen de homeschooling para escribir un texto y entre fotos y fotos llegué a tu blog. Normalmente no me queda tiempo de leer blogs o escribir uno, pero me enganchó con varias de tus entradas. Me identifiqué mucho con tu entrada del viernes sobre el parto. En increìble que siendo un momento tan importante para nosotras como mujeres, casi como un rito de paso, se nos trate de tal manera y sintamos tal impotencia. No poder discutir con la enfermera o la doctora para exigir el trato y la compañìa que deseamos. Viví el parto de mi primera hija en un hospital público sin derecho a exigir nada, regañada por la partera por no saber respirar, y compartiendo el cuarto con otras 6 mujeres en condiciones similares. Luego nació mi hijo y yo puede escoger la partera, exigir que mi esposo estuviera conmigo, y tener un cuarto, pequeño pero privado para descansar y recibir las pocas visitas. Volvemos al punto del dinero? Poder pagar por un poco de dignidad al momento de parir?

Zinnia Muñoz dijo...

Si tienes toda la razón, ese es un punto determinante. El dinero no debería ser el punto de partida para ser tratadas con dignidad, con respeto y hasta con amor. El Estado no va a hacer NADA (al menos no el colombiano en décadas) no solo por los costos que implica, no solo porque poco o nada les importa, sino porque son los médicos, los ginecobstetras los primeros en negar y desconocer las necesidades de las madres y el trabajo de doulas y parteras, no quieren entablar diálogos y mucho menos abren espacio en las instituciones para que las cosas cambien. Claro, como siempre digo, siempre hay excepciones.

Por otra parte falta alguien que se apersone del tema, le ponga el pecho, le meta empuje para comenzar a gestionar, para generar espacios de práctica para las doulas en formación, para concientizar a las mujeres y aprendan cuáles son y cómo pueden ejercer sus derechos, para organizar voluntariados e ingresar a los hospitales públicos y apoyar la labor de las salas de parto y de las madres. Hay mucho por hacer, la pregunta es ¿quién lo va a hacer?